Cuando prestas atención a tu alrededor, sin pensar en otra cosa, sin tener preocupaciones, sin estar asintiendo mecánicamente mientras piensas en tooooodo lo que te queda por hacer, cualquier conversación cotidiana puede provocar un clic seguido de un curioso efecto mariposa interno que haga de la teoría del caos tu guía práctica cotidiana casera. Por ejemplo, conversaciones cómo éstas:
– Me voy volando, que tengo millones de cosas sin hacer y no me da tiempo-. Empatizo completamente. Me he sentido así mil veces. Sonrío sin mirarla, en silencio. No me ve.
– ¿Qué cosas? Estás JÚBILADA -le digo.
Pero entonces hago «clic» y me pongo a darle vueltas a por qué nos quedamos atrapados en esa dinámica que nos agobia cuando sería tan sencillo como pensar: ahora mismo NO NECESITO NADA, voy a dedicarme a lo que me gusta, lo demás puede esperar. Y hacernos esa pregunta cada cinco minutos: ¿realmente necesito hacer eso que me agobia tanto?
¿ Por qué? Y es curioso que diga esto alguien como yo, con tantas responsabilidades.
Y entonces me doy cuenta de que eso que estoy juzgando internamente, soy la primera en hacerlo. Otra vez la trampa…uff, casi!! Te pones tú mismo a llevarlo a la práctica y entonces la dinámica cambia. Vaya que si cambia.
Ahora mismo no necesito nada. Si miro a mi alrededor (si miro de verdad) todas mis necesidades están cubiertas. Y por mucho tiempo. Vivimos con mucho más de lo que necesitamos, a todos los niveles. Y no nos damos cuenta. Y ese «excedente» nos agobia, ese excedente es la trampa. No nos permite centrarnos en hacer las cosas que nos gustan, que serían las realmente productivas. Y hacer cosas productivas y que además te gustan, eso es para mi el verdadero concepto de trabajo ¿por qué imponerme otro? ¿quién me lo impone? ¿Mis necesidades actuales? Esas ya hemos dicho que no
Y entonces recuerdo mi entrada del otro día. Esa en la que hablaba de utopías. Lo mismo esperar que todo el mundo hiciera ciertas cosas, sí que sería utópico. Pero ¿ y si llevo a cabo la utopía yo misma? Como Junan Palomo. Vuelvo a decir, que sería divertido y para nada arriesgado.
Todos tenemos un mundo interior, y a veces nos da miedo mostrarlo porque pueda ser diferente. Pero, si lo piensas, llegas a la conclusión de que da igual, es bueno mostrar las diferencias sabiendo que en el fondo todos somos iguales. Y si eres de los que piensa que el auténtico valor lo tienen las ideas y no el dinero, con más motivo. En cualquier caso, si ese mundo es bueno ¿por qué no compartirlo? ¿por qué no vivir en base a ello?
Lo que pasa es que el mío es un caos. ¿Y qué? El caos de mi mundo externo me inspira, así que ¿por qué no hacer el mismo camino pero a la inversa, de dentro a fuera?.
Escribir siempre me ha gustado, por encima de todas las cosas. Así que ahora que no necesito nada, voy a hacerlo. Hasta ahora pensaba que no lo hacía por timidez, pero no es cierto. Me complicaba la vida. También adoro la gastronomía, la artesanía y las manualidades, la fotografía, la filosofía y cualquier cosa que tenga una parte creativa. Y cuando pensaba en escribir, no sabía sobre qué hacerlo, soy demasiado picaflores. Otra vez la trampa. Para hacer algo, simplemente hay que hacerlo.
Y si empezamos a hilar fino, en base al argumento, yo aquí me hago la pregunta del millón: ¿¿piensas ser escritora?? Pues no, porque ahora mismo no NECESITO ser nada en concreto, siempre he sabido buscarme muy bien la vida y de momento me la estoy buscando. Así que pienso ser coherente, no escritora. Sólo eso. Que ya son 35 primaveras…
Y siendo coherente, no voy a complicarme la vida. Voy a dedicarme a lo que me gusta: LAS IDEAS. Partiendo de lo más simple: mi propia experiencia. Y a ver qué pasa. Por ejemplo, si se me ocurre que puedo hacer un bizcocho riquísimo, invitar a toda la oficina del padre de Eva y que les entregue una tarjetita con mi número por si quieren encargarme alguno, sólo tengo que hacerlo. ¿qué me lo impide a día de HOY? Ah, ya se. Que «tengo que echar currículums para buscar trabajo». Y así funciona España.
Y como eso son ideas y quiero compartir mi mundo, pues ahora voy y lo escribo. Así que al final estoy haciendo lo que me gusta, escribiendo, mientras pienso en el bizcocho que voy a hacer (que también me gusta), que posiblemente algún día me de dinero si es que lo necesito (porque ahora mismo no, y durante mucho tiempo). Vete tu a saber lo que pasa mañana, y sino que se lo pregunten a las pensiones. Y si ya le puedo hacer una foto, redondo. Como si nunca me da dinero, pues nos lo comemos en casa, que seguramente nadie diga que no, y eso que se ahorran. Es cómo el cuento de la lechera, pero al revés.
Y poco a poco el caos, va tomando forma, la forma de una nueva idea. Y te metes en una dinámica que no tiene nada que ver con la anterior. Para mi mucho más simple. Y lo más curioso de todo es que te das cuenta de que estás siendo más productivo que nunca.
Y entonces te preguntas ¿qué pasaría si lo llevo más lejos?
Lo más gracioso de todo es que mientras estaba escribiendo esto, me han ofrecido un trabajo relacionado con la gastronomía para el que sé que mi perfil encaja perfectamente. Algo así como un milagro, teniendo en cuenta que mi experiencia laboral no tiene nada que ver con eso…Voila!
Y yo no lo descarto, pero no es el momento. No necesito complicarme la vida. Ahora no necesito nada. Estoy OCUPADA, que no es lo mismo que PREOCUPADA, haciendo lo que me gusta, llevando a la práctica mis ideas y contándoselo al mundo.
A veces cuando cuento esto, me dicen de coña. ¿Qué pasa? ¿te ha tocado la loteria?
Y pienso: pues algo así, porque esto me hace FELIZ. Pero no lo digo, no sea que alguien se piense que estoy loca. Y entonces pienso: «que he dejado de complicarme la vida». Que a fin de cuentas, viene a ser lo mismo.